Cuando escribo estas líneas estamos a mediados de 2025. Hoy lo normal es conducir coches con AdBlue, filtros antipartículas, EGR, centralitas que hablan entre sí por CANBUS, y un puñado de cables tan largos y enredados que parecen el acceso a París por autovía.
Pero escucha. Porque mientras lees esto, te voy a contar la historia de un hombre del norte de España. Un pueblo con más cuestas que la maldita fiesta del queso esa en Europa. Un tipo joven, veinte o treinta años, trabajador como él solo, con raíces hondas y principios de acero inoxidable. Se llama Saúl. Y te lo creas o no, mientras te cuento esto, ese cabrón anda cargando un Land Rover Santana con caja de madera.
Más datos: hace más portes cada día que un repartidor de Amazon, y no con cajas de cartón llenas de iPhones y zapatos de plástico malo. No. Saúl carga el Santana cada puñetera mañana con escombros y maderas hasta las orejas. Un hombre con dos cojones y las tres R por bandera: reciclar, reutilizar y… la otra no me acuerdo, pero seguro que la cumple.
Tiene tantos Pascuali que cuando son las fiestas en el pueblo le deja uno a cada primo. Y tú dirás, ¿a qué viene toda esta historia? Pues porque Saúl conoce las virtudes y los defectos de estos jiennenses mejor que nadie. Ha abierto más cajas de dirección que las que hay en Desguaces La Torre, y gracias a tipos como él, este libro existe. Aquí vas a encontrar zumo puro de experiencia, los talones de Aquiles de estos coches, cómo ajustarlos, cómo domarlos, cómo hacer que sigan respirando montaña.
Ah, se me olvidaba. A Saúl le va bien con los portes. Tanto, que cada vez tiene más clientes y, por desgracia, el Santana ya se le quedaba corto. No llores, hombre!. El tío ha ampliado la flota: ahora también tiene un Land Rover Santana 1300. Pero esa, amigo lector, ya es historia para otra publicación.


Deja una respuesta